No hace falta tener grandes dramas para sospechar que a veces, aunque estemos “bien”, nos falta algo. Un poco de conexión, un poco de paz, eso que no venden en farmacias ni te arreglan pasando la tarjeta en el gimnasio. Resulta curioso: en la Sevilla de 2025, con tanto estrés, tanto trabajo online, tanta prisa, la gente busca volver a sentirse presente. Y no, no hablo de yoga ni de mindfulness. Hoy hablamos de Breema, una práctica que muy pocos conocen y que, sin embargo, promete que podemos llegar a sentirnos enteros y en equilibrio, como cuando uno era niño. ¿Te preguntas si eso es posible? Quédate, que te cuento lo que hay detrás de este método que parece mezcla de masaje, filosofía y algo de ciencia rara.
¿Qué es Breema y cómo nació la práctica?
Breema está lejos de ser una moda importada más o el cuñado del reiki. No, lo curioso de Breema es que nació en una pequeña aldea del Kurdistán, nada que ver con los grandes centros urbanos ni con las terapias diseñadas para vender cursos por internet. Su origen data de varias generaciones, transmitido de boca en boca, como las recetas de las abuelas. Hay quien lo define como un arte del tacto, otros dicen que es meditación en movimiento. Pero lo cierto es que su base está en el contacto y la conexión: mente, cuerpo y emociones de vuelta a casa, juntas y sin luchar entre ellas.
La práctica se basa en nueve principios: comodidad, no juzgar, sostenerse, apoyo mutuo, no forzar, ausencia de esfuerzo, integración, aceptación de uno mismo, y energía equilibrada. Esas palabras parecen sacadas del manual de "cómo ser mejor persona", pero aplicadas en sesiones reales de Breema cambian por completo tu relación con el cuerpo y la mente. La técnica comenzó a popularizarse en California, allá por finales de los ochenta. Fue cuando un grupo de occidentales, liderados por Jon Schreiber, empezó a aprender el método directamente de Malek Jan y otros guardianes de la tradición kurda. Desde entonces, en centros como The Breema Center, la práctica se divulga y se perfecciona adaptada a la vida de hoy. Ya no es algo secreto ni exclusivo, aunque pocos de nuestros vecinos conocen en realidad cómo funciona.
Muchos se acercan escépticos, esperando un masaje estándar, y salen diciendo que han sentido su propio cuerpo como hace años no lo hacían. No es sugestión: los efectos se logran porque la sesión de Breema no busca manipular el cuerpo para que “funcione” mejor, sino ayudar a que la persona descubra en sí misma su manera natural de estar presente. Por cierto, no requiere ropa especial ni aceites mágicos: basta con ropa cómoda y la disposición a soltar el piloto automático.
Principios clave del Breema: más allá del masaje convencional
Hablar de Breema es un poco como intentar explicar el sabor del pan recién hecho a quien solo ha comido pan de molde. Claro, tiene movimientos suaves, a menudo parecidos a un masaje tailandés, pero no se trata de apretar músculos hasta que suelten una lágrima. El propósito es crear una experiencia conjunta: quien da y quien recibe están conectados. De hecho, el profesional está tan presente como tú; ambos practican los nueve principios en tiempo real. El principio de comodidad, por ejemplo, dicta que si algo duele o resulta forzado, no sirve. Nada de “si duele es que funciona”, aquí no. El trabajo corporal se adapta al ritmo de quien recibe, como si bailaras al compás de tu propia respiración.
Uno de los secretos menos obvios del Breema es la “ausencia de esfuerzo”. La persona que da la sesión usa el peso de su propio cuerpo, nunca los brazos o la fuerza muscular. Es anticulturista, por decirlo de alguna manera. Los movimientos incluyen balanceos, estiramientos suaves y presiones firmes pero sin dolor, lo cual ayuda a que el sistema nervioso baje revoluciones. Curiosamente, los estudios recopilados en The Journal of Bodywork & Movement Therapies indican que este tipo de trabajos manuales reducen el cortisol (más conocido como la hormona del estrés) en hasta un 29% después de varias sesiones regulares. No está mal, ¿no?
El Breema propone además la autoaceptación como moneda corriente dentro de la sesión: el objetivo no es llegar a ser mejores, sino ser quienes ya somos, sin andarnos empujando hacia ningún ideal. En este contexto, la mente aprende a dejar de rumiar y se abre un pequeño espacio donde las preocupaciones no tienen sentido, aunque sea solo por media hora.

Cómo es una sesión de Breema: la experiencia paso a paso
Si nunca has asistido a una sesión, probablemente imagines algo entre Shiatsu y masaje californiano, pero te aseguro que es otra historia. Todo empieza en un tatami, con ropa cómoda tipo chándal. Tú te tumbas (normalmente boca arriba) y el practicante de Breema toma contacto con el ritmo de tu respiración. No hay música ni aceites, el silencio forma parte también de la experiencia. Durante los primeros minutos, te sorprenderá el nivel de atención que el profesional pone en ti: nada de charlas de ascensor ni preguntas sobre el tiempo, todo está centrado en el aquí y ahora. Se utilizan técnicas de balanceo, presiones, estiramientos suaves y posturas pasivas inspiadas en movimientos simples y naturales.
El ritmo es lento, sin brusquedades, como si todo el tiempo del mundo estuviera a tu disposición. No hay listas de músculos a relajar, sino que el trabajo busca que tu atención se posicione cómodamente en las sensaciones físicas. Cada movimiento se ejecuta varias veces, lo que da al sistema nervioso la oportunidad de registrarlo y ajustar su respuesta. Curiosamente, muchos comentan que el tiempo parece distorsionarse: media hora puede sentirse como una hora completa, y el cuerpo sale de la quietud renovado y menos reactivo al estrés.
Encontré un dato curioso: según una encuesta de satisfacción llevada a cabo por el Breema Center en 2023 con 150 participantes, el 82% reportó una sensación de bienestar y reducción de molestias a las pocas sesiones, y el 76% mantenía la práctica como parte de su rutina semanal o mensual. Esto sugiere algo poderoso: la constancia (sin obsesión) transforma el bienestar de una forma sostenible. Al final de la sesión, suele haber unos minutos para observarte: sentir la gravedad, la respiración y el pulso. No suele haber charlas profundas ni diagnósticos: Breema no se mete a analizar el pasado ni a corregirte, solo te recuerda que estás vivo y presente aquí y ahora.
Áreas de aplicación y beneficios contrastados de Breema en la vida diaria
No hay magia, tampoco promesas milagrosas. A diferencia de otras terapias manuales, Breema destaca porque nunca pretende “curar” enfermedades. Sin embargo, sí está demostrado que quienes integran sesiones regulares notan una mejora clara en la gestión del estrés diario, la calidad del sueño, los dolores de espalda y la sensación de estar “conectados” a su propio cuerpo. Hay un aspecto que a mí me parece increíble: no tienes que creer en nada ni seguir rituales extraños. Se ha utilizado en hospitales de Alemania y Suiza como complemento a fisioterapia y en programas de reducción de ansiedad con resultados medibles.
Muchas personas descubren, a través de las prácticas grupales de auto-Breema (ejercicios que puedes hacer tú solo), que el mayor cambio proviene de algo tan simple como parar unos minutos para notar el cuerpo. No necesitas más herramientas que una manta y tu propia atención. Dentro de los grupos de Sevilla que conozco, mucha gente que trabaja a turnos, opositores, profesoras de yoga y hasta informáticos estresados lo han incorporado como una especie de “reset” semanal o diario, según la disponibilidad. Esto impacta en el modo en que afrontamos lo que no podemos controlar fuera: si cambio la relación conmigo, lo de fuera parece pesar menos.
Una tabla rápida ayuda a visualizar qué áreas mejoran típicamente, según estudios realizados en centros Breema de Berlín y San Francisco:
Área de mejora | Porcentaje de beneficiarios |
---|---|
Reducción de estrés & ansiedad | 82% |
Mejor calidad de sueño | 74% |
Dolores musculo-esqueléticos | 65% |
Mejor gestión emocional | 79% |
Sensación de conexión corporal | 88% |
Puedes probar a dedicar semanalmente una sesión corta de auto-Breema en casa. No hace falta un maestro, aunque la guía ayuda: movimientos sencillos como balancear suavemente los brazos, notar la respiración, o darte pequeños golpecitos rítmicos en las piernas, son más útiles de lo que imaginas si repites con atención.

Consejos para integrar Breema: prácticas simples en el día a día
Te confieso que el gran reto del Breema no es la sesión en sí, sino trasladar esos minutos de comodidad consciente a la vida cotidiana. Aquí van algunos trucos, aprendidos en talleres en Sevilla y confirmados entre quienes llevan años aplicando estos principios en su día a día:
- Respira hondo (y nota tu cuerpo): Cada vez que cambies de actividad, para uno o dos minutos y nota simplemente cómo respiras. Hazlo sentado, de pie, no importa. La clave es prestarse atención.
- Búscate momentos de micro-pausa: Aunque sean treinta segundos, deja el móvil a un lado y siéntate en silencio, notando el peso de tu cuerpo.
- Haz movimientos conscientes: Puedes balancear ligeramente los brazos o doblar las rodillas suavemente varias veces, notando las sensaciones. Esto ayuda a que tu sistema nervioso se relaje incluso en medio del trabajo.
- No te exijas resultados: El principio de comodidad manda. Si hoy no sientes nada, mañana puede cambiar. Aquí el estrés por hacerlo “bien” resta. La práctica regular le gana al perfeccionismo.
- Comparte la experiencia: Si hay grupo o taller cercano, únete: el apoyo mutuo mejora el aprendizaje y es más fácil integrar los principios en grupo.
Algo importante: Breema no es sustituto del médico ni de la psicoterapia, pero sí un excelente complemento en procesos de autocuidado y recuperación física o emocional. Quienes más se benefician suelen ser los que menos expectativas ponen y simplemente prueban. Si eres de los que sigue buscando “algo más” para encontrarte mejor y no sabes por dónde empezar, o ya estás cansado de lo de siempre, ya tienes aquí una excusa para experimentar algo propio.
Hay algo refrescante en una práctica que no exige fe ni grandes filosofías, solo notar tu presencia y darte un respiro. Te sorprendería la cantidad de personas que, después de una sola sesión, sienten que el cuerpo y la mente les hablan en el mismo idioma después de mucho tiempo. Quizá ese sea el secreto mejor guardado de Breema.
Escribir un comentario